La parroquia de Arnedo organiza la ‘Semana Clarisa’ con motivo del 460 aniversario de la llegada de las Clarisas a la ciudad

Desde hoy y hasta el próximo domingo se desarrolla en Arnedo la denominada “Semana Clarisa”, una iniciativa de la parroquia para conmemorar el 460 aniversario de la llegada de las monjas Clarisas a la ciudad y agradecerles su presencia en ella.
CARTEL semana clarisa

Así, todos los días a las nueve y media de la mañana se celebrará una Eucaristía en la iglesia conventual y un  “septenario” de oración y acción de gracias a la Virgen de Vico, cuya imagen fue trasladada ayer al monasterio, mientras que ya el jueves 3 de junio, a las ocho de la tarde en la iglesia del convento se presentará el libro “Convento de Santa Clara: la porciúncula de Arnedo”, escrito por José Ángel Lalinde, según ha explicado el párroco, Javier Martín, acompañado por el propio autor.

El viernes 4 a las 19 horas se ha programado un concierto del Coro Cuchuflete sólo para las monjas, por razones de aforo, y el sábado 5 habrá dos charles a cargo del capuchino alfareño P. Rufino María Grández. La primera, a las 10.30 horas, lleva por título “El espíritu de San Francisco de Asís” y la segunda, a las 16 horas, se ha denominado “La vida consagrada hoy”.

460 aniversario de las Clarisas en Arnedo, por José Ángel Lalinde

2021, además de ser el segundo año marcado por el coronavirus, es un año de varias celebraciones para la comunidad cristiana de Arnedo. En el centro de ellas ponemos a las Hermanas Clarisas, continuadoras de la fundación del siglo XVI. Los tiempos actuales muestran una imagen muy diferente a la sociedad de los siglos precedentes. La razón de la fundación de las Clarisas de Arnedo y de su mantenimiento a lo largo de este dilatado tiempo obedece a la espiritualidad que les fue inspirada a Francisco y a Clara de Asís a finales del s. XII.

460 años no parece un número redondo para hacer celebración. Pero, en medio de una pandemia casi asfixiante, todo acontecimiento se recibe como un acicate para mirar al futuro con esperanza y como ocasión para bucear en nuestro pasado en busca de aquello que construye sólidamente nuestra convivencia.

Cuando Francisco se despojó de todo e inició su camino franciscano, se marchó a San Damián, un pequeño templo desvencijado que fue escenario de la intensa experiencia religiosa del joven de Asís y de gran parte de los acontecimientos ligados a la fundación de los Frailes Menores y, luego, de las Damas Pobres, de la mano de la también joven Clara.

Aquel fue un lugar lleno de simbolismo y en él se reconocen los inicios de la Orden Franciscana. Aquel era un lugar maltrecho que Francisco llenó de vida y que, con el devenir de los años y el crecimiento de la Orden, quedó integrado en la iglesia de Santa María de los Ángeles.

En aquella primitiva iglesiuca, en aquella Porciúncula, encontramos la fuente del franciscanismo y de las seguidoras de Clara. Y allí recibió Francisco el mensaje: «Restaura mi iglesia», labor a la que se entregó ayudado por otras personas, leprosas algunas de ellas. Lugar evocador considerado como “una pequeña porción del Cielo en la tierra”.

Francisco entendió allí el doble mensaje: restaurar los muros de aquella iglesia en ruinas y restaurar las ruinas de la Iglesia para contribuir a reforzarla sobre los cimientos del Evangelio. Pero, más aún: la presencia de las clarisas en Arnedo y en la Iglesia siguen resonando como entonces y proponiendo la misma llamada: «Restaura mi iglesia».

Resulta para Arnedo una feliz coincidencia la relación existente entre aquella iglesia de San Damián de los inicios y la devoción existente en esta ciudad del calzado en torno a los santos mártires Cosme y Damián.

En años recientes, las clarisas arnedanas acompañaron su economía doméstica realizando tareas para alguna fábrica de calzado y, más recientemente, en compañía de sus hermanas de Belorado (Burgos), añadiendo, entre sus faenas, la elaboración de dulces y chocolate. Con el transcurrir de los siglos, al volver la vista atrás, encontramos motivos para rendir homenaje a los iniciadores de movimientos que han marcado la historia.

Las primeras monjas Clarisas, nacidas al cobijo de la iglesia de San Damián, en Asís, se autodenominaron  al principio «Damianitas». Y como un dulce recuerdo de los inicios de aquellas primeras monjas y de la iglesia donde se iniciaron, y de los santos Cosme y Damián largamente venerados entre nosotros, en el convento de Santa Clara de Arnedo se elaboran estas dulzuras que han venido en denominarse «damianitas». En el antiguo torno se pueden encontrar las tradicionales rosquillas, trufas, palitos de naranja y de limón bañados de chocolate, bombones y las exquisitas «damianitas» (galletas crujientes elaboradas con almendra).

Francisco se echó al monte cuando tenía veintitantos años. En aquella Porciúncula escuchó el Evangelio que le catapultó a una vocación radical: renunció a todo lo que tenía, que no era poco, para vivir en absoluta pobreza y dedicarse al apostolado itinerante. En la Porciúncula recibió el santo a sus primeros seguidores y fundó la Orden de los Hermanos Menores, y, en 1211, con la vestición o toma de hábito de santa Clara, fundó también aquí la orden de las Damas Pobres, las Clarisas. Aquí celebró el santo los primeros capítulos (reuniones generales de los frailes), y desde la Porciúncula envió a sus seguidores como misioneros de paz a los hombres de toda la tierra.

La Porciúncula era para todo aquel grupo de seguidores de Francisco y de Clara una pequeña porción del cielo en la tierra. Y aquella Porciúncula irradió franciscanismo por Italia, por Europa, por el mundo. Y de aquella Porciúncula, a esta otra de Orenzana, que, a imagen de la de Asís, hacen sus monjas que sea otra porción del cielo en esta tierra de Arnedo, y donde se recuerdan y reviven todos y cada uno de los mensajes y experiencias que se vivieron en la primera de las porciúnculas. Y eso justifica que consideremos a este Convento de Santa Clara como la Porciúncula de Arnedo.

“Las cosas podrían haber sucedido de cualquier otra manera”: la formación del beaterio de Santa Isabel en 1537 y la posterior comunidad clarisa en 1561 no habría sido posible sin el apoyo espiritual de los franciscanos que vivían en el monasterio de Vico desde un siglo antes; tampoco las hermanas habrían podido superar tantas dificultades económicas sin la colaboración generosa de algunos benefactores; en los años sesenta del siglo pasado podrían haber decidido las monjas marcharse a otro convento de otra ciudad en vez de aventurarse a la edificación de uno nuevo; gracias a distintos intermediarios la comunidad de clarisas se ha ido nutriendo de vocaciones que han ido llegando de distintos lugares de España, de Japón y de Perú; y, así, un largo etcétera.

La comunidad se ha nutrido históricamente de mujeres procedentes de diferentes lugares de España (más o menos próximos a la ciudad), de La Rioja y del propio Arnedo. Pero resultó muy llamativa la llegada de Masako Kimura, una joven japonesa, convertida al catolicismo, que fue objeto de la fama gracias al muy popular programa radiofónico «Ustedes son formidables» dirigido por Alberto Oliveras, y que al ingresar en el convento adoptó el nombre de sor Francisca del Espíritu Santo. En la llegada de Masako a este convento tuvieron mucho que ver el franciscano en Japón, P. Zendóquiz, y los esfuerzos del pueblo de Alpartir, en Zaragoza.

En este contexto celebrativo, rendimos un sencillo pero merecido homenaje a la figura del sacerdote e historiador arnedano (y profesor en el Seminario Diocesano de Logroño), D. Felipe Abad León (1934-2017).

El día 30 de abril de 2021 se cumplieron 50 años de la publicación de su primer libro A la sombra de las tres torres, título que hace referencia a los tres “faros” de los tres templos de nuestra parroquia (el de Santo Tomás, el de San Cosme y el de Santa Eulalia), que tanto han iluminado el devenir de nuestra historia local… Haciendo un guiño a D. Felipe —y con la seguridad de seguir fielmente su sentir sacerdotal—, podríamos completar ese título de la siguiente manera: “A la sombra de las tres torres y bajo el tañer de los tres campanarios” de las comunidades religiosas de nuestra ciudad.

Arnedo ha sufrido el dolor de la pandemia desde el corazón de esta comunidad clarisa, unido a las otras dos comunidades religiosas de cistercienses y de Hijas de la Caridad. En el pasado, ante acontecimientos luctuosos, los pueblos, implorando la solución milagrosa a los males que les aquejaran, organizaban rogativas, procesiones, novenas… En la fecha redonda del 2020, se realizó una versión actual de novenas y rogativas: unir la comunidad, reforzar la fe y mantener viva la esperanza. Ese fue el milagro, desconocido, veladamente oculto, que se obró a lo largo de aquellos meses pandémicos. Para todos fue una oportunidad de descubrir la necesidad de hacernos «en tiempos difíciles, amigos fuertes de Dios». La coincidencia de este triste caminar con el 460 aniversario de presencia de estas hermanas impulsó la celebración de un aniversario que quiere ser estímulo para Arnedo y para las propias comunidades de fe.

El sentido de este aniversario queda expresado en el logotipo diseñado al efecto:

El texto: Hermanas Clarisas, 460 años de presencia en Arnedo (1561-2021). Todo se completa con dos escudos: el de la familia franciscana y el de Arnedo, que recuerdan la relación de nuestro pueblo tanto con las Clarisas como con los Franciscanos (por sus dos épocas distintas en el Convento de Vico). El punto de la «i» de la palabra Clarisas es una custodia con forma de sol, signo con el que se representa a santa Clara de Asís.

De fondo aparece el perfil de la Peña Isasa, altura desde la que se divisa Arnedo de manera privilegiada: las monjas han contemplado siempre con la mirada misericordiosa de Dios el transcurrir de nuestra historia.

Y una silueta más: a la izquierda la torre del actual convento (con la cruz que se alza sobre ella, coincidiendo con el punto en que se encuentra la cruz de Isasa, colocada en 1963), y, siguiendo el trazo de la derecha, la espadaña del antiguo convento en el que vivieron desde 1561 hasta 1967. Todo queda enmarcado por el cordón de san Francisco, con el que se ciñen las clarisas, con sus tres nudos, que simbolizan los votos de obediencia, castidad y pobreza que ellas profesan el día de su consagración a Dios.

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