David Trueba, Eduardo Riestra, Pabló Martínez Sarracina y el premiado Julián Lacalle, conversaron sobre recuerdos, reflexiones y experiencias compartidas con el gran maestro, que tiñeron de humanidad y sabiduría una deliciosa sobremesa. Un interesante coloquio al que siguió el plato fuerte de la tarde, la entrega del Premio Rafael Azcona de esta vigesimosexta edición de Octubre Corto a Julián Lacalle y, por extensión, al magnífico equipo de la editorial Pepitas.
Nervioso y emocionado, Lacalle hizo mención al germen cultural que impregna La Rioja desde hace algunos años con propuestas tan estimulantes como el festival Los trabajos y las noches, El Sierra Sonora, la compañía teatral El patio, Octubre corto y otros numerosos proyectos: «que nos hacen la vida mejor y que convierten a nuestra tierra en un territorio muy particular porque, aunque pequeño, cada día es mejor».
El Presidente de La Rioja, Gonzalo Capellán, la directora general de Turismo y Promoción Territorial, Virginia Borges, y el Alcalde de Arnedo, Javier García, acompañaron a los galardonados e invitados durante esta especial tarde de cultura con sabor riojano.
En una charla distendida alrededor de las vivencias compartidas con Rafael Azcona, los invitados profundizaron en diferentes y jugosas anécdotas sobre los últimos años del genial autor, años en los que, según palabras de Trueba, «Azcona evitó la visita de sus allegados y amigos para que no lo recordaran malito cuando se enfrentó a la enfermedad».
Gran escuchador, de risa expansiva, amante del buen comer, habitual usuario y defensor del transporte público, un servicio que le proporcionó grandes historias a partir de la escucha de las conversaciones que los otros viajeros compartían durante los trayectos comunes, Azcona siempre advertía que el contenido de sus novelas fue fruto de cosas que había escuchado o visto.
Un autor con una obra: «Feroz, salvaje y amarga, con una autoría muy compacta» cuyas novelas «son principalmente una mirada proyectada» en palabras de Martínez Sarracina.
El acto de este pasado sábado permitió a los asistentes indagar y profundizar en la vida y en la obra de uno de nuestros riojanos fundamentales. Durante la gala de entrega del Premio, Pepitas presentó una caja que contiene nueve novelas de Rafael Azcona en siete volúmenes, además de otro volumen, de Bernardo Sánchez, con un estudio sobre la obra de un narrador imprescindible.
Esta caja reúne la obra literaria mayor de Rafael Azcona: los nueve libros con los que nos regaló una de las cosmovisiones más importantes e influyentes de las últimas décadas. Según señalaron los invitados, la imagen que de este país nos legó Azcona quizá es más certera y tiene más enjundia que la de la mayoría de libros de historia y sociología.
Este compendio reúne las siguientes obras: El repelente niño Vicente; Memorias de un señor bajito; Cuando el toro se llama Felipe; Los muertos no se tocan, nene; El pisito; Los ilusos; Pobre, paralítico y muerto; El cochecito; y Los europeos, además, de un sugerente estudio sobre el sustrato de toda la creación azconiana realizado por Bernardo Sánchez.
Divertida, afilada, ingeniosa, rotunda, amable, tierna, puñetera… la literatura de Rafael Azcona es un tesoro nacional, entendiendo la nación como ese vasto territorio que se extiende hasta los confines de la galaxia.


